Cómo el estigma de la violencia de género y las adicciones impacta en la recuperación de las mujeres víctimas
La recuperación de mujeres víctimas de violencia de género que también enfrentan problemas de adicción es un proceso complejo que se ve agravado por el doble estigma social que enfrentan. Esta situación no solo dificulta su acceso a recursos de ayuda, sino que también las aísla de sus entornos, contribuyendo a su sufrimiento y ralentizando su proceso de sanación.
El doble estigma: violencia de género y adicciones
Cuando una mujer es víctima de violencia de género y, además, padece una adicción, se expone a una doble discriminación social. En muchos casos, la sociedad tiende a culpabilizar o juzgar su situación por el problema de consumo, restando importancia o incluso ignorando el contexto de violencia que ha padecido.
Según expertos y trabajadoras sociales, este doble estigma provoca un rechazo tanto en servicios asistenciales como en su entorno social y familiar. Esto les obliga, muchas veces, a vivir su recuperación en silencio, sin apoyo y con una gran carga emocional.
Consecuencias del estigma en el proceso de recuperación
El impacto del estigma social puede tener serias consecuencias en el proceso de rehabilitación psicoemocional y física de estas mujeres. Algunas de las principales problemáticas son:
- Dificultades para acceder a recursos y tratamientos específicos. Muchas entidades no contemplan los problemas de violencia de género y adicción de forma conjunta, dejando a estas mujeres en un limbo institucional.
- Mayor aislamiento social. El juicio constante y la falta de comprensión por parte de su entorno refuerzan el aislamiento y la baja autoestima.
- Retrasos en el diagnóstico e intervención. La invisibilización de la violencia o la estigmatización del consumo puede impedir un abordaje temprano y adecuado.
- Revictimización sistémica. El sistema judicial o sanitario muchas veces pone en duda sus testimonios debido a su condición de consumidoras, generando una nueva forma de violencia institucional.
El papel de los servicios públicos y entidades especializadas
Es fundamental que los servicios públicos y organizaciones sociales estén formados para trabajar de forma integral y multidisciplinar con esta realidad. La violencia de género y las adicciones no pueden tratarse de manera aislada. Su interrelación requiere protocolos adaptados y profesionales preparados.
Medidas necesarias
Entre las iniciativas que se pueden implementar para reducir el estigma y mejorar el apoyo a estas mujeres se encuentran:
- Formación especializada en género y adicciones para personal sanitario, judicial y de servicios sociales.
- Creación de recursos específicos que aborden ambas problemáticas de manera simultánea.
- Campañas públicas de sensibilización para eliminar prejuicios y estereotipos sobre mujeres con adicciones víctimas de violencia.
- Acceso a atención psicológica y social adaptada a sus necesidades reales, sin juicios ni rechazo.
Testimonios que rompen el silencio
Muchas mujeres que logran superar los obstáculos impuestos por el estigma social reiteran la importancia de encontrar espacios donde puedan hablar sin ser juzgadas. Los grupos de apoyo, las asociaciones feministas y los centros de atención integral para mujeres son clave en este proceso.
Romper el silencio, contar sus historias y visibilizar esta realidad también ayuda a otras mujeres a pedir ayuda, a reconocerse y, sobre todo, a no sentirse solas.
Conclusión
La recuperación de las mujeres víctimas de violencia de género con problemas de adicción no puede depender únicamente de su fuerza de voluntad. Requiere un cambio estructural, social y cultural que elimine los estigmas, promueva la empatía y garantice el acceso a recursos adecuados.
Si no abordamos ambas realidades de forma integral, dejamos a estas mujeres atrapadas en una doble vulnerabilidad que impide su empoderamiento y estabilidad emocional. Es hora de romper barreras, comprender contextos y construir un sistema que realmente las proteja.